16.5.10

De habitantes a ciudadanos Católicos

Desde el conflicto desatado con el campo, en la Argentina venimos escuchando por activa y por pasiva una convocatoria a pasar de "habitantes a ciudadanos".
Hemos comprado esa frase todos los que queremos algo distinto para nuestra Patria. La hemos comprado casi sin darnos cuenta. ¡Ojo! Ella denuncia una falta de compromiso pero también un modo de "estar presente". La falta de compromiso se palpa desde hace mucho. Y ese impulso para estar presente sin hacer ninguna precisión más que decir que queremos más democracia o más república puede resultar fatal de acuerdo a la matriz ideológica donde caiga: los piqueteros y grupos sociales dicen estar presente cuando se adueñan de la calle; las Madres de la Plaza cuando recuerdan que sufrieron, sufren y sufrirán están presentes; las Fuerzas Armadas con sus actos sociales-culturales o solidarios tímidamente nos dicen que está presentes; la Iglesia dice estar presente con la denuncia profética; los gremios con cada acto patotero nos recuerdan que están presentes; y así podemos seguir enumerando. Pero nada de ello construye la vida ciudadana en fundamentos sólidos. La fuerza de la vida civil próspera y en paz depende de los ciudadanos virtuosos.
¿PUEDE HABER CIUDADANO QUE SE SOSTENGA EN EL RELATIVISMO ÉTICO Y LA PERTENENCIA A GRUPOS POLÍTICOS Y SOCIALES QUE DE FACTO IMPONEN SU PROPIA LEY POR LA FUERZA?
En la Argentina la ley no respeta el orden de la creación, ni los principios doctrinales históricos que le dan identidad, ni las buenas costumbres de su cultura ciudadana. La ley hoy surge de la dictadura de las mayorías.
Muy otra cosa es lo que esperamos los que aún creemos en la Argentina con su identidad hispana y cristiana. Con el Papa podemos expresar nuestro anhelo:

BENEDICTO XVI, CARITAS IN VERITATE nº 7. “El compromiso por el bien común, cuando está inspirado por la caridad, tiene una valencia superior al compromiso meramente secular y político. Como todo compromiso en favor de la justicia, forma parte de ese testimonio de la caridad divina que, actuando en el tiempo, prepara lo eterno. La acción del hombre sobre la tierra, cuando está inspirada y sustentada por la caridad, contribuye a la edificación de esa ciudad de Dios universal hacia la cual avanza la historia de la familia humana. En una sociedad en vías de globalización, el bien común y el esfuerzo por él, han de abarcar necesariamente a toda la familia humana, es decir, a la comunidad de los pueblos y naciones, dando así forma de unidad y de paz a la ciudad del hombre, y haciéndola en cierta medida una anticipación que prefigura la ciudad de Dios sin barreras”.