18.5.10

¿Qué nos pasa a los argentinos en el plano moral?

Hace pocos días, el Obispo de Gualeguaychú, con su característico populismo, al ser consultado por TV sobre el proyecto de ley de Matrimonio gay en curso contestó lo siguiente: "no es el tema que debe ocuparnos...; hay temas más urgentes... ese es el caso del Ingreso universal de la niñez que ya se ha reducido en un 50% debido a la inflación... En todo caso, el tema del proyecto (antes mencionado) merece un debate más amplio".
Por si fuera poco, pasado unos días, un sacerdote de Mendoza de apellido Reale apoyó el proyecto de ley de matrimonio gay en una columna por los medios locales, y el Arzobispo local no tubo mejor idea que enviar a su vocero (lo cual es inadmisible cuando lo que está en juego es la doctrina oficial de la Iglesia), quien dijo resumidamente que "las opiniones del sacerdote no alteran la enseñanza de la Iglesia sino que se reducen a opiniones personales".

Si la Iglesia, que por mandato de Cristo tiene que enseñar la verdad en lo que atañe a fe y moral tiene estas posiciones ambiguas en sus más altos representantes, ¿qué podemos esperar del común de los mortales?
A propósito de la situación actual en la vida moral aparece como muy iluminador el siguiente texto:
"Cada vez que la libertad, queriendo emanciparse de cualquier tradición y autoridad, se cierra a las evidencias primarias de una verdad objetiva y común, fundamento de la vida personal y social, la persona acaba por asumir como única e indiscutible referencia para sus propias decisiones no ya la verdad sobre el bien o el mal, sino sólo su opinión subjetiva y mudable o, incluso, su interés egoísta y su capricho. Con esta concepción de la libertad, la convivencia social se deteriora profundamente. Si la promoción del propio yo se entiende en términos de autonomía absoluta, se llega inevitablemente a la negación del otro, considerado como enemigo de quien defenderse. De este modo la sociedad se convierte en un conjunto de individuos colocados unos junto a otros, pero sin vínculos recíprocos: cada cual quiere afirmarse independientemente de los demás, incluso haciendo prevalecer sus intereses. Sin embargo, frente a los intereses análogos de los otros, se ve obligado a buscar cualquier forma de compromiso, si se quiere garantizar a cada uno el máximo posible de libertad en la sociedad. Así, desaparece toda referencia a valores comunes y a una verdad absoluta para todos; la vida social se adentra en las arenas movedizas de un relativismo absoluto. Entonces todo es pactable, todo es negociable..." (Evangelium vitae nº 19 y 20)