El don de Cristo y de su Espíritu, que recibimos en la Eucaristía, cumple con plenitud sobreabundante los anhelos de unidad fraterna que se albergan el corazón humano, y al mismo tiempo los eleva muy por encima de la simple experiencia de la convivencia humana. Mediante la comunión con el Cuerpo de Cristo, la Iglesia va siendo cada vez más ella misma: misterio de unidad “vertical” y “horizontal” para todo el género humano. (Del discurso de Benedicto XVI dirigió hoy a los participantes en la asamblea plenaria del Comité Pontificio para los Congresos Eucarísticos Internacionales - 11/11/2010)